MIRAR PARA NO VER
1994. Lápiz sobre papel. 23x30 cm.
Un cruce de caminos opuestos. La boca, el bigote, las cejas ascienden por un lado y caen por el otro.
Un ojo bien abierto: ha venido observando las contradicciones del mundo – y las suyas propias –. Preferiría no percibir más nada: su otro ojo está cerrado.
No hay contorno de la cara, no se perciben huesos, sólo elementos como ecos de rasgos faciales humanos que no representan a una persona en particular; revelan un movimiento interno de conciencia en lo que es testigo de la realidad.