AUTOACUSACIÓN

 

AUTOACUSACIÓN

1964. Lápiz en papel. 33×22 cm.

Nunca pensó en enfermedades o muerte; era demasiado joven para tales preocupaciones. No se dio cuenta de que, debido a su desordenada vida, arruinaba su salud. ¿Logrará alguna vez recuperarse? Si realiza cambios drásticos, talvez tendrá posibilidad de sobrevivir – aunque sus esfuerzos puede que no sean suficientes –. Ha ignorado por muchos años que ella, como todos, debe someterse a la progresiva erosión de su físico.

La esclerótica de sus ojos está oscura: se siente enferma, sin dormir durante días, ansiosa y con remordimiento. Al daño físico que produjo, le agrega un desesperado sentido de autoacusación, por no haber sido consciente a tiempo ni tomado medidas protectoras. El horror ante descubrir que puede encontrarse en una senda peligrosa le da la expresión de un animal atrapado.

La textura de su vestimenta es prominente – una compleja profusión de trazos a lápiz –, con varias capas de tela, porque pasa con frío. Atrasada, procura cuidar de su cuerpo con una armadura de ropa e intentando imponerse un aire de elegancia.

No hay arrugas que perturben su tez suave, todavía juvenil, pero se ve extremadamente pálida. Por contraste, su boca resulta intensa. ¿Se mordió los labios al punto de sangrar? ¿O se los pintó para remedar salud?

Puesto que sólo un hombro está representado, el dibujo podría sugerir la impresión de que ella se apoya sobre la derecha. Sin embargo, la masa de su cenicienta cara y la del espacio vacío a la izquierda crean el necesario contrapeso, y así, la aparente desbalanceada composición permanece en impecable equilibrio.