LA NOCHE ANTES

 

LA NOCHE ANTES

2011. Tinta sobre papel. 22×28 cm.

[Este retrato ilustra la portada de La Noche Antes (LOM Ediciones, 2013), cuarto y último tomo de la tetralogía Cortejo y Epinicio, en la que cada volumen corresponde, entre otros temas, a las cuatro etapas del hombre. La Noche Antes reflexiona sobre la vejez, el final del día entrando en la noche, el invierno.]

Tal como hay muchos niveles en la poesía de David Rosenmann-Taub, sus dibujos están dotados de una multiplicidad de significados.

Una sombra oscurece el rostro y dificulta determinar la edad del hombre. ¿Su cabello es oscuro o gris? ¿Cuán arrugado puede estar bajo este sombreado transversal? ¿Tiene treinta años, cuarenta o muchos más? Puede ser blanco o negro, o de cualquier otro color.

Del lado izquierdo, está ingresando en la noche, ¿o puede ser que la oscuridad lo esté cubriendo progresivamente aunque su cuello permanezca todavía iluminado?

Indignación, reproche y tristeza aparecen en su ojo derecho; en el izquierdo, hay asimismo indignación, aunque oculta, y queda un pequeño destello: perdura un poco de visión. Sus pupilas se enfocan a la izquierda o hacia delante. Sin embargo, su mirada puede ser percibida de otra manera: la gran sección oscura en la esquina derecha del ojo derecho podría ser otra pupila; el ojo derecho estaría entonces mirando hacia la derecha. Y, al haber una parte oscura a la derecha del ojo izquierdo, se puede decir que ambos ojos se dirigen hacia la derecha.

Una observación minuciosa revela que no está mirando al mundo externo, sino hacia adentro, considerando: “¿Qué puedo hacer? En este conjunto de circunstancias no tengo alternativa para actuar.” Algo le está sucediendo y no puede interferir.

La ambigüedad del dibujo continúa con el diseño indeterminado de la nariz: ¿está respirando o no? Su oído está lleno de líneas entrecruzadas: ¿oye o no? ¿Y su boca está abierta o cerrada? Después del paso de toda una vida de experiencia, puede estar hablando para sí mismo.

Los dibujos de David Rosenmann-Taub están construidos y balanceados de manera precisa, con una red de líneas resonantes; un ejemplo de ello se puede observar en la forma descendente de la boca — o lo que podría ser un bigote —: es una variación de la curva de su cabello y, para crear equilibrio, la boca se cierra por abajo con el movimiento ascendente de una sombra debajo de su labio inferior.

La Noche Antes, la noche antes de la desaparición de este ser, la noche antes de lo que sucede a continuación; en una fracción de segundo, estará en el “después”. Después hay luz o, se puede decir, nada — nada de lo que había allí antes —.

El tiempo aquí también es ambiguo. “La Noche Antes” no es la noche de ahora, sino la noche de entonces. Además, puede significar lo que sucederá la noche antes. Si vemos la vida como leyendo un libro, somos conscientes del libro completo de nuestra vida cuando estamos al final de ella — si realmente la hemos leído, si la hemos comprendido —.

La tetralogía Cortejo y Epinicio comienza con la primera palabra del primer poema del primer volumen, que es “Después”. Al abarcar una vida entera, la serie es una unidad; por lo tanto, toda la obra tiene lugar “después”. Aquí, después del después, el ciclo se cierra con antes, en lugar de la forma inversa esperada. Los cuatro tomos son, en realidad, la experiencia de una conciencia siempre joven y madura, con sostenida energía. Un múltiple instante de lucidez: un extenso presente en un segundo intemporal.

El lector que llega al final de la tetralogía tiene la posibilidad de ponderar sobre el hecho de que, dado que el tiempo no existe, no hay “después” ni “antes”. El hombre representado aquí se da cuenta de esto. La oscuridad permea su rostro; aun así, podemos ver áreas claras que comienzan a brillar en sus rasgos. Su cuerpo ya ha desaparecido, devorado por la luz. ¿Qué permanece? La representación visible de su último pensamiento.