EN EL SECADOR
1984. Tinta sobre papel. 7x12 cm.
Una equivalencia entre la vida vegetal y la vida animal. El fluir del aire juega con un árbol pensante, absorto en sus propias inquietudes.
El sumiso cabello semeja la experiencia de la gente cuando cae bajo la influencia del poder y es movida por él; no se cuestiona si quiere participar en el plan que impone su ley.
Una situación caótica que lleva a un orden particular: el propósito es, en última instancia, disciplinar este enmarañado revoltijo, para crear — se espera — un peinado armonioso. La seducción puede acaecer.
Resalta el volumen de la cabeza, pero una mirada con mayor detenimiento revela que debajo de la trama del cabello puede no haber nada — sólo espacio —. ¿Existe aquí una mente que reflexiona, que intenta dar sentido al enredo del estado de las cosas? ¿O hay únicamente vacío?
Sus hombros y su pecho parecen atrapados en giros ciclónicos. El delgado, vulnerable cuello evoca la fragilidad del cuerpo. Aun así, ella es capaz de ocuparse de su apariencia antes de ser arrastrada por el remolino del tiempo.